La paz esté con ustedes
Queridas Familias:
“La paz esté con ustedes”. Con este saludo se dirigía Jesús a aquellos que lo seguían, aquellos que lo amaban. “Les dejo Mi paz, les doy Mi paz”, como don de sí mismo, como regalo que perdura.
La Santa Madre Teresa de Calcuta aseguraba que “la paz es el fruto del servicio”. Ella descubrió con su humildad que en la entrega a los demás, el corazón se reviste de paz. En efecto, la verdadera paz es la que brota del amor de Dios y se transforma en amor al prójimo. La que nace del contacto con Cristo en la Eucaristía, en la Adoración para luego descubrirlo en el otro, en nosotros, en cada uno. En el recién nacido, en el por nacer, en el sacerdote, en el Papa, en los que no creen, en los que nos han herido, en los que hemos herido, en los enfermos, en los más necesitados … reconocer su rostro en cada uno.
San Francisco de Sales recomendaba: “sean cuidadosos por conservar la santa tranquilidad del corazón”. El cúmulo de tareas, responsabilidades, exigencias y la velocidad que lleva el ritmo del día a día, inquietan nuestro corazón invadiéndolo de preocupaciones, dudas y temores que conspiran directamente con la anhelada paz.
Sin embargo, los cristianos tenemos que ser alegres portadores de paz en este mundo inquieto y confundido. La santa de Calcuta también decía que “la paz empieza con una sonrisa”.
La Madre Paulina en sus escritos nos aconseja “esfuérzate por lograr una cordial amabilidad, para que la paz y la alegría estén dónde tú vayas. Aunque los demás estén serios o tristes, muestra un rostro siempre alegre y amistoso, así desaparecerá toda tristeza. Solo ama, ama sin cesar, y tendrás siempre éxito. No puedes hacer nada por ti misma, pero con Dios, lo puedes todo.” (Retiro 1847)
El mensaje del evangelio es un mensaje de luz, de esperanza que no podemos “esconder debajo de una cama o guardar adentro de un cajón” (Lc. 8, 16).
Que a los cristianos se nos reconozca por el modo en que nos amamos y así, al escuchar y poner en práctica Su palabra, seremos “instrumentos de Su paz” como nos propone San Francisco de Asís.
Si estamos convencidos de que “todo ocurre por el bien de quienes aman a Dios” (Rom.8, 28), nada hay que temer. La paz llega con el abandono en los brazos del Padre, con la confianza en la Divina Providencia, cuando nos hacemos como niños, confiados en que Él nos sostiene y protege en todo momento.
Que nuestra Santísima Madre, Señora de la Paz, siembre en nuestros corazones el deseo de ser portadores de la Paz de Cristo en nuestras familias, en la sociedad y ahí donde él nos llame a servir.
Comisión de Espiritualidad y Cultura