Paulina von Mallinckrodt nace el 3 de junio de 1817 en Minden, Westfalia. Es la mayor de las hijas de Detmar von Mallinckrodt, de religión protestante y alto funcionario de gobierno del estado de Prusia y de su esposa, la baronesa Bernardine von Hartmann, de religión católica, originaria de Paderborn. Desde pequeña absorbe con avidez la formación cristiana que le imparte su madre con amor. De ella hereda una fe profunda, un gran amor a Dios y a los pobres y una férrea adhesión a la Iglesia católica y a sus pastores. Herencia paterna son la firmeza de carácter, los sólidos principios, el respeto hacia los demás y el cumplimiento de la palabra empeñada. Ejercen también una benéfica influencia sobre ella la gran educadora Luisa Hensel y su profesor particular de religión el sacerdote Antonio Claessen, más tarde Obispo Auxiliar de Colonia.
Parte de su niñez y juventud pasa Paulina en Aquisgrán, adonde fue trasladado su padre. Por la temprana muerte de su madre, Paulina, cuando sólo cuenta 17 años de edad, toma en sus manos la dirección de su casa y la educación de sus hermanos menores Jorge y Hermann y de la pequeña Berta. Cumpliendo su tarea a plena satisfacción de su padre, encuentra tiempo y medios para ponerse al servicio de tantos pobres que por los cambios técnicos, económicos y sociales de su siglo, sufren de miserias materiales y espirituales.
Cuando su padre se retira del servicio estatal y se instala con su familia en Paderborn, prosigue Paulina su actividad caritativa. Al mismo tiempo crece su decisión de consagrarse a Dios en la vida religiosa. En 1842 poco después de la muerte del señor von Mallinckrodt, le confían a Paulina el cuidado de unos niños ciegos muy pobres. Ella los atiende con la exquisita afabilidad que la caracteriza. Y como Dios sabe guiar todo según sus planes, son los niños ciegos los que darán origen a la Congregación por ella fundada, porque a Paulina la admiten en distintas congregaciones religiosas pero no así a los ciegos. Monseñor Antonio Claessen le hace ver que ella está llamada por Dios a fundar una Congregación. El 21 de agosto de 1849funda la Congregación de las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción con tres compañeras más. Pronto se abren otros campos de actividad en hogares para niños y escuelas.
Bendecida por la Iglesia, la Congregación florece y se extiende rápidamente en Alemania; pero como toda obra grata a Dios debe ser probada por el sufrimiento; la prueba no tarda en llegar. El Canciller von Bismark emprende en 1871 una dura lucha contra la Iglesia católica. Una tras otra ve la Madre Paulina cómo se van cerrando y expropiando las casas de la Congregación en Alemania. Con su profundo espíritu de fe la Madre Paulina ve la mano de Dios en esta persecución religiosa. “El Señor nos da y nos quita, bendito sea el nombre del Señor”, les dice a las Religiosas. Las casas de la joven Congregación fueron confiscadas, las Hermanas expulsadas, la fundación parecía llegar a su fin.
En la misma época de las persecuciones en Alemania llegan muchos pedidos de Hermanas desde Estados Unidos y Sudamérica para enseñar a los niños inmigrantes alemanes. Paulina respondió enviando pequeños grupos de Hermanas en 1873. En los siguientes meses se enviaron más grupos de Religiosas a los Estados Unidos. En noviembre de 1874 arriban las primeras Religiosas a la diócesis de Ancud, en Chile. De allí partirían unos años más tarde hacia el Río de la Plata, en 1883 a Montevideo, Uruguay, y en 1905 a Buenos Aires, Argentina.
A fines de década de 1870 la persecución religiosa terminó en Alemania y las Hermanas pudieron volver desde Bélgica a su patria donde prosiguieron con su obra.
Después de un último viaje a América en 1880, la Madre Paulina vuelve a Paderborn y a los pocos meses, ante el dolor de las Hermanas, enferma gravemente de neumonía y muere el 30 de abril de 1881.