13 Abr 2018

La Eucaristía y el Espíritu Santo

La Iglesia Católica  durante el mes de Abril  invita a  la reflexión de los fieles acerca de la Eucaristía y del Espíritu Santo. La Eucaristía instituida por Cristo en la Última Cena en presencia de los Apóstoles y antes de su  Crucifixión, significa , dentro de lo limitado que las palabras pueden expresar , recibir y compartir el Cuerpo y la Sangre de Jesús resucitado en la Misa. Es un misterio inasible por una lado  y a la vez piedra angular, palpable de Dios humanizado, que se nos brinda como una gracia  en forma absoluta en la celebración de cada Misa.

En la Eucaristía también está presente el Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad., que conduce y protege a la Iglesia y a los fieles.  Es muy difícil explicar, comprender al Espíritu Santo, está por encima de nuestros medios humanos de conocimiento. Su existencia era desconocida hasta que Jesucristo nos reveló la Verdad. A veces se lo llama Paráclito, o el Espíritu de Dios o el Espíritu de la Verdad y lo recibimos en el Bautismo. El Espíritu Santo tiene un papel fundamental en la santificación del alma humana,  nos brinda  la acción de la gracia santificante .  Pone a nuestra disposición dos fuentes de gracia divina, la oración y los sacramentos.

Juan Pablo II nos dice: “ la primera y suprema maravilla del Espíritu Santo es Cristo mismo”… de él  deriva la misión de Cristo. Bajo su amparo fue el influjo de la Encarnación del Verbo y acompañó a Cristo durante toda su vida.  El Angel durante la Anunciación le dice  a  María : “ El Espíritu Santo vendrá sobre ti”. También preparó a María para ser Madre de Cristo y eligió a  José como esposo.

Los Evangelios nos dicen que en la visita de María a Isabel y Zacarías, Isabel se llenó del Espíritu Santo.  Al salir Jesús de las aguas del Jordán luego de ser  bautizado  el Espíritu Santo descendió  sobre él  en forma de paloma. Luego del bautismo, el  Espíritu Santo  llevó a Jesús  al desierto durante cuarenta días para enfrentar las tentaciones del demonio en solidaridad con el hombre pecador. El pecado del hombre empezó con la tentación y Jesús lo vence con la compañía  del Espíritu Santo.  Fue así  que Jesús regresó  del desierto a Galilea  con la fuerza del Espíritu Santo, para comenzar su vida pública y apostolado que lo llevarían a su crucifixión, muerte y resurrección como estaba escrito.

Otro hito importante fue cuando Jesús  comenzó su actividad pública un sábado en la sinagoga de Nazaret, comenzó leyendo a Isaías y   les  dijo a los presentes: …“ El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ungió para evangelizar a los pobres “y les anunció: “Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír”.  Asimismo en clara referencia al Espíritu Santo, Jesús le dice a Nicodemo: “El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y a dónde va, así es todo lo que nace del Espíritu “( Jn, 3,8)

Pero no obstante, Cristo debe partir, en su ascensión al cielo, para que venga definitivamente el Espíritu Santo a la tierra.   

Igualmente,  otras  frases de Jesús nos acercan  al Espíritu Santo como misterio: ” Yo pediré al Padre y os a dará otro Paráclito, “ el Espíritu de la Verdad os guiará hasta la verdad completa”.

Y hablándole a los apóstoles  sobre  el Espíritu Santo  Jesús  les dijo: “ vosotros  le conocéis, porque mora con vosotros y en vosotros  está,…. dará testimonio de mí, os anunciará lo que ha de venir”. San Juan Pablo II, también nos recuerda : “ Jesús resucitó por el poder del Espíritu Santo ”.

En el Cenáculo, en un momento crítico de la historia de la Iglesia, cerradas las puertas, y temerosos los apóstoles,  se les aparece Jesús y les dice: “ Como me envió mi  Padre así os envío yo… Recibid el Espíritu Santo ( Jn 20 ,19).

Para finalizar, recordemos las palabras de San Pablo: “ no sabéis que sois templos de Dios y el Espíritu Santo vive en vosotros?”. Nos hace hijos de Dios en Cristo. Tengámoslo presente

 

Fuentes:

“El Espíritu Santo y su tarea” – Leo. J. Trese- PATMOS –Libros de Espiritualidad
La Misión de Espíritu Santo explicada por Juan Pablo II”– Cuadernos Palabra