02 Dic 2017

Buen samaritano en el siglo XXI

Queridas familias,

En estos tiempos de grandes migraciones regionales e internacionales de personas en su mayoría pobres y vulnerables, la mirada profunda del católico hacia el prójimo mantiene la vigencia de ser un buen samaritano en el siglo XXI. Tarea difícil claro, pero nos renuevan las palabras del Papa Benedicto XVI en su brillante libro sobre Jesús al comentarnos la parábola del Buen Samaritano (Lc. 10 ,25-37).

Nos dice el entonces Cardenal Joseph Ratzinger: “En el centro de la historia del buen samaritano se plantea la pregunta fundamental del hombre. Un doctor de la Ley le plantea al Señor:<< Maestro, ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? (10, 25). El Señor le remite simplemente a la Escritura, que el doctor, naturalmente conoce, y deja que sea él quien responda. El doctor de la ley lo hace acertadamente, con una combinación de Deuteronomio 6,5 y Levítico 19,18: << Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo >> (Lc., 10,27). La pregunta en concreto es: ¿ Quién es el prójimo ? La respuesta habitual que podía apoyarse también en los textos de la Escritura, que el <<prójimo significaba=”” connacional=””>>. El pueblo formaba una comunidad solidaria en la que cada uno tenía responsabilidades para con el otro, en la que cada uno era sostenido por el conjunto y , así , debía al otro <>, como parte de ese conjunto que le asignaba su espacio vital. Entonces los extranjeros , las gentes pertenecientes a otros pueblos, ¿no eran prójimos? Esto iba en contra de la Escritura , que exhortaba a amar precisamente también a los extranjeros, recordando que Israel mismo había vivido en Egipto como forastero. A una pregunta tan concreta, Jesús respondió con la parábola del hombre que , yendo por el camino de Jerusalén a Jericó ,cayó en manos de unos bandidos, que lo saquearon y golpearon , abandonándolo medio muerto al borde del camino. Un sacerdote y un levita se acercaron por el camino, pero pasaron de largo. Por fin llega un samaritano, alguien que no pertenecía a la comunidad solidaria de Israel, y que no estaba obligado a ver en la persona asaltada por los bandidos a su <<prójimo>>. ¿Qué es lo que hace ? No se pregunta hasta dónde llega su obligación de solidaridad ni tampoco cuáles son los méritos necesarios para alcanzar la vida eterna. Se le rompe el corazón. Se le conmovieron << las entrañas>> en lo profundo del alma al ver el estado en que había quedado ese hombre. El mismo se convirtió en prójimo por encima de cualquier consideración y peligro. Por tanto aquí la pregunta se cambia: no se trata de establecer quién sea o no mi prójimo entre los demás. Se trata de mí mismo. Yo tengo que convertirme en prójimo, de forma que el otro cuente para mí tanto como <>.
El samaritano, el forastero, se hace el mismo prójimo y me muestra que yo, en lo íntimo de mí mismo, debo aprender desde dentro a ser prójimo y que la respuesta se encuentra ya dentro de mí. Tengo que llegar a ser persona que ama, una persona de corazón abierto que se conmueve ante la necesidad del otro. Entonces encontraré a mi prójimo, o mejor dicho, será él quien me encuentre

 

Comisión de Espiritualidad y Cultura