“Lucha por la santidad, por una profunda humildad, un gran amor a Dios y al prójimo”
“Lucha por la santidad, por una profunda humildad, un gran amor a Dios y al prójimo, paciencia y amabilidad hacia todos, especialmente hacia aquellos con quienes tienes contacto más cercano”
Paulina Von Mallinckrodt
Luchar por la santidad nos pide la Madre Paulina, nos plantea la vocación implícita, natural, para cada católico. Elección ardua fundada en la fe, nos habla de luchar, que implica un esfuerzo, un combate en principio interior, hacia nuestras propias limitaciones, dudas y tropiezos, no es una elección placentera, están contenidas en ella renunciamientos, avances y retrocesos, negaciones de nuestros personales intereses mundanos. El camino de santidad no tiene un contenido uniforme en sus detalles, depende de los contextos, de los escenarios personales, de la propia experiencia de vida. La santidad tiene una dimensión exterior, hacia el mundo que rodea a cada persona, donde hay situaciones para que se desarrolle y también grandes adversidades: el mundo hostil a Dios.
La Madre Paulina nos muestra que para los católicos hay más allá de la singularidad de cada experiencia personal de vida una guía común, una luz para guiarnos en el sendero: que nos mueva una profunda humildad y un gran amor a Dios y al prójimo, en el modelo de la cruz de Cristo.
La base de la humildad es la aceptación que la gracia de Dios nos ilumina siempre y que cada logro, cada avance en la santidad se puede sostener en la fuerza que Dios nos da, no es un triunfo solo de lo humano sino también de lo sagrado que el alma nos mueve. La humildad ante Dios, y ante el mundo es la actitud del que busca la santidad, no la soberbia y el ego.
El gran amor a Dios nos pide renunciar a todo lo que nos aleja de la fe, de Cristo, de hacer crecer nuestra oración, nuestra entrega diaria a una finalidad superior, elevada de lo simple cotidiano.
Y finalmente el prójimo, el otro cercano del que nos habla la Madre Paulina, el inmediato, aquel rostro que reconocemos, en el lugar donde nos identificamos, con paciencia y con amabilidad, es una construcción diaria, esforzada, pero que nos eleva y nos da el sentido último de la vida en Cristo.
Cuando planteamos a nuestros hijos la idea de la vocación, incluimos la santidad como alternativa, como respuesta, incluso acompañando la vocación con sentido secular: qué vas a estudiar?
Sentar las bases del camino de santidad en el diálogo cotidiano con nuestros hijos, con espontaneidad y con alegría.
Comisión de Espiritualidad y Cultura